Ay confusión de mí que te trae a vos
Cuando no estás para sostener mi esclarecido cansancio
De ver pasar las horas sabiendo lo que quiero
(que te quiero) sin poder intentar concretarlo.
El gigante de mi alma se resiste al sueño
Y amanece débil como un fantasma.
No puede proyectar ni su sombra en la pared,
No puede ver siquiera esa pared de enfrente
Adonde vos abriste una ventana
Para respirar la brisa y dejar entrar al sol
Junto con todo lo que sería bueno que entre.
Y el tedio y los nubarrones de ayer
Comienzan a orearse desde temprano,
Las fibras se renuevan para saludar otro día
Mientras yo veo la misma película repetida
De la última noche en que fui feliz.
La culpa es sólo la otra cara de la piedad,
Mi fastidio es un ángel que me seca el sudor
Y me dice quedamente al oído: Que no es nada
Y que nada está perdido, salvo yo.
Torpe minotauro y, sin embargo, aún bueno,
Aún candorosamente idiota, filo sin templar,
Anegado de amor hasta las orejas
Y embargado de silencios demasiado densos.
Gentil bestia racional que pisa todo lo que crece.
El único que tiene la llave para su prisión
Pero decide seguir encerrado
Para quejarse de su mala fortuna,
De su prolongada ausencia,
De sus vacaciones imaginarias,
De sus adquisiciones estropeadas,
De su bancarrota moral,
De sus bolsillos vacíos.
Para concebir otro cuerpo en su cama,
Otra voz que cante en sus mañanas
Necesariamente debe salir,
Debe exponer su cuerpo a la caricia
Y al hachazo, y a la sombra,
A ser aceptado o rechazado
Sin exámenes forenses que lo diseccionen,
Lo clasifiquen y lo guarden en un álbum
Entre la mejor escoria de los recuerdos.
¿Pueden tus instintos aniñados comprender esa realidad?
También podés merecer algo bueno, perdedor.
Nadie ha nacido para ser madera en las fogatas
Ni para vivir en la boca de un milagro.
¿Podés verla? Está ahí, es real, te está esperando,
Ya pasó el tiempo de las clausuras, de los ocasos.
Salí de una vez, tu ombligo no cambia
La perspectiva del mundo.
MARCEL GONTRAND 02-04-10