miércoles, 19 de marzo de 2014

CARTA BLANCA



Cualquier disrupción en una cadena de derivaciones relacionales, de esquemas típicos de estímulo-respuesta en una mentalidad ligada a conductas obsesivo-compulsivas, traza una situación paradojal que, en lugar de posponer la ansiedad, la multiplica. Y esa sobrecarga, lleva al sujeto obsesivo a una asociación problemática que no reacciona como él prevería en su esquema obturado de razonamiento. Esto implica una tensión manifiesta en todo el sistema que busca una equilibración de la homeóstasis alterada, buscando otro patrón que conduzca a su inmediata satisfacción y la inhibición, aunque sea momentánea, del displacer ocasionado.
El equilibrio en estos sujetos suele ser tan inestable como un castillo de naipes, y la carta que debilita la estructura debe ser inmediatamente sustituida por otra cualquiera, sin depender de su valor nominal o de su entidad.
Este juego de sustitución, por absurdo que parezca, crea una ilusión sensacional de placebo, y aún profundizando el desequilibrio funcional, es preferible a asumir la carga de dolor o frustración provocada por la falta de control ante la situación dada. El sujeto obsesivo no acepta que los demás sujetos no dependan de su manipulación y condicionamiento. Su mayor deseo es que la realidad coincida con el tamaño de sus fantasías.
El placebo es el comodín, y la carta que el sujeto cree que necesita, en realidad, no existe.

COROLARIO DEL LICENCIADO PINKER-SCHLÖSS A UN COMENTARIO DE SU OTRO YO

BUSCANDO PERDER AL TIEMPO



Ojalá pudiera usar cinco años para
Poder recuperar el tiempo perdido
Ese tiempo relativamente exacto
Que Proust utilizó para poder escribir
Las siete partes de su increíble obra
Hallar siete pilares de sabiduría
Con que Lawrence procuró reparar
Los incontables daños del desierto
Heridas que imprimió la guerra
Que se multiplicaba en el mundo

El tiempo de la tinta, el caballo, la vela y el telégrafo
Quedó tan lejos como la caída de Roma
La tecnología y la ciencia aceleraron todo
Y hoy todo se vuelve viejo en cuestión de días
La novedad se impone en diarios, anuncios y vidrieras
El silencio interior está saturado de ruidos
Y exteriormente los pájaros son bocinas celulares y fricción vehicular
Rumor de multitudes y agobio de cables
Infinitos cables que se cruzan en el aire
Antenas que nos irradian de comunicación y cáncer
Mientras el aislamiento casi no puede elegirse
Se nos confina a cubículos televisados
Monitoreados por la inseguridad global
Entonces el tiempo se ha vuelto ilusorio
Y resulta que hoy no hay tiempo para
Ocuparse en pensar qué hacer con el tiempo
No hay cinco años ni este minuto ni este segundo
Ya todo ya frescura saciedad gloria eterna
Ya cesación del dolor ya satisfacción
Amor como una sopa instantánea
O como un potente anestésico
Porque fuerte como la muerte es
Esta fruición por consumir y consumar

MARCEL GONTRAND - 13/03/2014

TEORÍA Y PRÁCTICA PARA CONTRARRESTAR LA ESTUPIDEZ



Nunca sabremos cuándo
Ya no podremos leer estas palabras

Me digo que no soy estúpido
Pero veo el cigarrillo en mi mano
La brasa en la punta del cigarrillo en mi mano
El humo que asciende dibujando espirales
Y lo llevo a mi boca para aspirarlo
Entonces sé que soy estúpido
Pero vuelvo a hacerlo
¿Cómo se cambia una acción mecánica
Que ya se imprimió en mi cerebro?
Con otra acción igualmente mecánica
Repetida en lugar de al momento de
Que reemplace muy lentamente esa huella
Esa impresión nociva en mi memoria
Por otra huella mnémica como placebo
El mono y la banana truco y premio
Estímulo y respuesta condicionada
Por el estímulo hasta que ya no hay
Necesidad del estímulo y la acción lo sustituye
Pero todo muy lentamente a palotes
Haciendo enmienda prospectiva
Como cualquier uso y ley propia o ajena
Como aprender a andar en bici o a atarse los cordones
O mas tonto aun: saber por donde sale la sal
Para condimentar comidas o restañar heridas
Todas cosas aprendidas a los tumbos
Como aprender a tantear los muebles
En alguna pasión de sonámbulo
En algún ataque de ceguera mental
En alguna noche descontrolada
La memoria obturada de recuerdos inútiles:
Recuentos de libros, repartos de películas,
Nombres de niños de mi infancia,
Vecinos de viejos barrios, familiares fallecidos,
Guías de calles, mapas, teléfonos,
Amores reales e imaginarios que, en el mejor de los casos,
Pasaron, me olvidaron o nunca repararon en mí
Todo este compendio mnemotécnico
Diseñado atentamente para olvidar
Lo más importante: ocuparme de mí
Todo un complejo plano arquitectónico
Para sepultarme como a un faraón
Magníficamente muerto en su pompa

La muerte no es una circunstancia accidental
Se viene prologando desde tiempo en la vida
Y uno en persona procura presentarla
Porque está seguro de no poder labrarse un epitafio
O dedicarse unas justas sinceras palabras póstumas
Así quiero socavar ese edificio
Abrir galerías de topo nidos de gusanos
Y corromper todo el promontorio corrompido desde sus mismos cimientos
Porque nunca sabremos cuando
Ya no podremos leer estas palabras

MARCEL GONTRAND - 13/03/2014

jueves, 6 de marzo de 2014

MÁS O MENOS COMO SI

Nota de estoico orgullo:
En medio de me cago en dios
Que no afecta a nadie
Y menos que nadie a dios
Y los dioses de aquí allá y quién sabe dónde
Mi pierna me dice que no quiere caminar
Y yo le digo: No me jodas
En voz alta se lo digo de verdad
Y qué hace mi pierna
Sigue doliéndome igual
Pero yo hago como si y sigo
Al fin y al cabo la vida es un como si
Y no alcanzan los cerebritos médicos
A indicar una intervención precisa
Que la vuelva a colocar en su sitio
Que regrese mi columna a su curvatura inicial
De mamífero bípedo trotamundos
Que abandonó la cuadripedia
Allá en la infancia primera
Entonces entre tratamientos analgésicos
Y vacilaciones torpes de navío mal escorado
Voy por la vida por las calles de esta vida
Incluso por esa amplia avenida donde todo vale
Con recursos de clown de mimo de acróbata
Riéndome de mí mismo y de toda ironía
Esclava o señora de mis circunstancias
Vaciando y llenando mi mochila
De cosas más o menos pedregosas y turbias
Más o menos inútiles y provisorias
Pero más que nada más o menos
Así que dan un como si más o menos
Roles de notoria precariedad sin espejo previo
Ni prueba de cámara ni ensayos ni nada
Solo un tipo con su alma puteando ambigüedades
Del tipo la concha del mono
O la puta que lo parió a un fulano
Tan invisible e inimaginable
Como este orgullo estoico
Que me empuja a caminar
Aunque sólo me balancee como un idiota

MARCEL GONTRAND - 06/03/2014

SIN SUBTÍTULOS


La vida definitivamente no es como en las películas.

Nadie usa capa y mallas ajustadas y antifaz o máscara para señalar que se cree un superhéroe o un supervilllano (salvo los cosplayers en eventos intrascendentes para geeks y reprimidos). Mucho menos vuela o practica la telekinesis o la teletransportación (como mucho llega a hacer zapping con el control remoto en la tele), nadie tiene visión de rayos X o rayos láser (sí miopía, presbicia, hipermetropía, glaucoma o cataratas, y le dan una dosis de láser para que no quede ciego), nadie se desmaterializa, entra en fase o tiene músculos o exoesqueleto de acero (carne versus metal siempre da carnicería, sépanlo los amantes de las armas y los que creen que se le puede oponer el pecho y la razón a las balas -la vida te mata si es que no lo hace alguien antes-).Los héroes tienen al menos la decencia de no hacerse matar inútilmente, piensen en esto cuando crean que van a respetar su integridad cuando la voz del jefe los mande al frente de la columna. Sólo los tontos se hacen matar y un enjambre incalculable de mártires nos precede. Creo que no necesitamos más. Así que, entusiastas militantes, no se hagan matar al pedo. Hay un principio fundante en la dirigencia: que las ideas se difundan y para eso es esencial mantener lejos el culo de las llamas (no hago más que repetir a Georges Brassens). 

Cuando suena alguna música, rara vez es incidental. Un tema chicloso, romántico o de leit motiv pegadizo, no augura la aparición de la chica/chico/trans o lo que quieras que habite en tus sueños y deseos. Las más de las veces no servirá más que para cultivar tu nostalgia, culpa, masoquismo y otras variantes lacrimosas. Tampoco hará aparecer una moto o un convertible de la nada, salvo que tengas una borrachera de delirium tremens o estés fatalmente drogado. Si es así, cambiá de dealer, de droga, buscá un psico-algo, un gurú, un místico o un grupo de contención anónimo de autoayuda en lo que sea. O sea, estás mal y lo peor para vos sería un amante, un compromiso, una cita o cualquier otro recurso más o menos amoroso en la escala animal.
Es una boludez decadente que mires a esa rubiecita que masca chicle, mientras se clava a fondo en sus auriculares o se sumerge en las redes sociales, pegada a la ventanilla del bondi. Jamás te daría bola, ¿qué tal si probás con personas reales? Tal vez funcionaría un poco mejor. Hasta puedo asegurarte que te iría pésimo si sucediera lo que vos creés que debería suceder y no sucede por tu neurosis de que el mundo conspira en tu contra. Generalmente el/la/lo (ya rompen las pelotas los genéricos y ni te digo las equis y arrobas) partenaire que te calienta no va a terminar revolcándose con vos (igual podés navegar en tu fantasía, la autosatisfacción es uno de los sentidos de esta vida). 
Como tampoco resulta que ante la quinta de Beethoven haya que salir a apalear gente o King Crimson te dé un ataque de locura o un rasgueo sostenido de una cuerda de violín indique que van a cortarte el cuello de un momento a otro. Suele suceder que en el momento de tensión, confesión o consumación del deseo no hay Frank Sinatra, Gardel ni John Williams que lo ilustre, enmarque o resalte. Un bolero o una cumbia no te quitan lo tartamudo, la música no hace milagros, sólo acompaña, aísla o distrae; hasta patea un instante de incomodidad para más tarde. Si hay algo por decir no hay canción, poema o imagen que lo reemplace. Hacer opción por esos reemplazos es más que nada crear confusiones o esquivar el bulto. Todos sabemos los desastres que puede acarrear arreglar cuestiones por chat, mails y mensajes de texto. La vida no tiene subtítulos de ninguna especie.

La vida real tiene acné, halitosis, gases (meteorismo y flatulencias), estrías, ley de gravedad, celulitis, disfunciones eréctiles, hemorroides y problemas de próstata, calvicie, vellosidades antiestéticas, obesidad; en la vida real uno se muere una sola vez y nace una sola vez, algunos actores también pero mientras duren sus películas van a nacer y morir infinitas veces. En la vida real no todo se resuelve en 90 o 120 minutos. Claro que la vida real tiene momentos de magia, belleza, amor y acción sostenida, siempre y cuando no se los quiera volver cinematográficos. 

No, la vida real definitivamente no tiene nada que ver con las películas. 

miércoles, 5 de marzo de 2014

ESPEJOS

Mi amigo me hizo una pregunta verdaderamente inquietante:
-¿Qué seríamos nosotros si no existieran los espejos? 
-¿Cómo? -dije yo, sorprendido.
-Claro. Si no hubiera fotografías ni espejos. Si no nos pudiéramos ver a nosotros mismos, reflejados de alguna manera. Si no conociéramos cómo somos, cómo se ven nuestros rostros. ¿Cómo seríamos? –señaló, intentando completar su planteo.
Y yo, intentando explicar: -Bueno, Federico, en el comienzo de la humanidad no existían los espejos ni las fotos. Los primeros hombres, los primeros grupos humanos, se contemplaron en el agua, en lagos o ríos. 
-Sí, pero no es lo mismo, el agua distorsiona la imagen. -Agregó, como resistiéndose a aceptarlo.
-Los espejos también distorsionan y las fotografías no nos muestran como verdaderamente nos vemos. -Añadí para relativizar su refutación.
-Puede ser. -Concedió sin conformarse demasiado.
-En la película La guerra del fuego, de Jean Jacques Annaud, un Neanderthal se descubre en un espejo de agua y recula asustado primero, pensando en que otro ser lo mira desde el agua. Después se acerca con curiosidad y en posición defensiva hasta que se da cuenta que imita sus gestos el ser que ve. Finalmente, con cierto entusiasmo extrañado, se da cuenta que se trata de él mismo, que es su propia imagen reflejada en el agua. -Agrego yo, sin recordar si es exacta esta cita del filme o se trata de una corrección de mi evocación sobre alguna escena en particular.
-Igualmente habrá sido muy loca esa primera vez, ¿no? Antes de eso no conocíamos nuestro rostro, nomás veíamos el de los demás.
-No, Fede. Los animales también ven su reflejo en el agua. Mi gato Beppo, por ejemplo, cuando se miró en el espejo de mi casa por primera vez, no se sorprendió para nada. O sea, no se puso a saltar contra el espejo o a maullarle a su imagen como si fuera otro gato y eso que era chiquito, no creo que hubiera visto antes un espejo. -Ahora era yo quien pretendía refutar aquel extrañamiento primero ante los espejos.
-Darta, los animales tienen otra percepción de las cosas. No tienen raciocinio, entonces no se angustian.
-Pero si dejás a un perro solo en una habitación encerrado, se pone a llorar, se deprime, se angustia.
-Si, pero es otro tipo de angustia. No es una angustia existencial, como la que nos surgiría a nosotros los humanos.
-Ah, puede ser. -Concedí de buen grado. En realidad, la pregunta quedó flotando y no hubo una respuesta que nos satisficiera.
¿Acaso se imaginaran un rostro similar al que otros tenían, se lo palparían para deducir sus rasgos como suelen hacer los ciegos con todos los rostros que desean conocer? ¿Esta idea mínima o detallada (según la calidad del tacto), les daría un perfil aproximado de su autoimagen, para completar su esquema corporal? ¿Es que acaso constituía una preocupación para su mente alcanzar esta definición de sí? 
En este presente posmoderno, en el que somos todo ojos y todo uso y abuso de las imágenes para crear y montar un imaginario cada vez menos simbólico, en este imperio del homo videns y esta nueva adultez ociosa sin culpas (o bajo cierta normatividad sistematizada) del homo ludens, en plan pretencioso de suplantar al milenario sapiens sapiens desde alguna prótesis cultural sintética, nos parece inconcebible no vernos repetidos en todos los formatos y soportes, digitales y analógicos, seriados al estilo pop art o pixelados más o menos bajo el ajuste estético del photoshop.
En esto, como en cualquier otro aspecto a considerar en la cultura humana actual, todo es asimilado a los parámetros del efímero presente y sus aspectos futuribles, arrojando sombras de magníficas distorsiones hacia el pasado, cuanto más lejano, mas asimilable a un repentismo utilitarista por un mayor desconocimiento y una ausencia de fuentes escritas y/o elementos que indiquen determinismos de subjetividad material acerca de la individuación social de aquellas primeras comunidades humanas.
Verbigracia: una invención deliberada del acontecer social más íntimo de aquellos recientes post-homínidos. Entonces, recaigo en la pregunta primera: -¿Que sería de nosotros si no existieran los espejos ni ninguna otra forma de poder captar el reflejo de nuestra imagen personal? Porque esto no ha sido contestado, lo anterior sólo fue un largo rodeo para salvar a los prehistóricos de la especulación de aquella pregunta. Justamente cuando especular refiere a espejo (nunc vident aescurament per speculum). Y de esto se trata toda esta lata finalmente.
Probablemente, la respuesta a esta inquietud existencial, que me planteara mi amigo Federico, haya que buscarla no en presentir una precariedad identitaria o de individualidad en la ausencia de reproductores de imagen sino todo lo contrario. En lo especular habría una similitud duplicada, no una identidad de lo reflejado.
Es decir, una aproximación bastante exacta de lo que se pretende reproducir en imagen, en la que jugaría un rol fundamental no tanto el material o el soporte sino la cantidad o ausencia de luz que incidiese en esa reflexión y la posibilitara. Entonces, el elemento central deja de ser el espejo y pasa a ser la luz que refleja al objeto en el tipo de superficie especular que fuera. Ergo, todo lo que vemos (incluso nuestras caras reflejadas) pasa por el fenómeno de la incidencia de la luz (solar o artificial) y la convección o concavidad de la lente en la que rebota o refracta. El ojo, la córnea y todo el sistema ocular responde a una lógica similar a las lentes y los artefactos constituidos por lentes y espejos. Es decir que todo lo que vemos es igualmente similar e inexacto al objeto que se recorta del espacio a la percepción de un agente externo ante la incidencia de la luz.
Todo lo que ves no es, como la imaginación, se junta con total interferencia, diría Charly García. Por lo tanto, quienes ven y quienes no ven tienen semejante acceso a cierta clarividencia de lo esencial. Se hacen a una autoimagen que es más concepto que forma, al tiempo que la van conformando en interacción con el medio social y ambiental, en sucesivos ajustes graduales que oscilan entre el reconocimiento, la indiferencia y hasta el rechazo propio y ajeno. 
Si hay una respuesta parcial a aquella pregunta inicial tiene que ver más con esto y menos con las mil y una formas de reflejarse o captar el propio retrato de un momento determinado. 
Los espejos mienten, la fotografía miente, los videos mienten, solamente tus ojos de mí y mis ojos de ti pueden contener un valor relativo de veracidad.

ese ángel

Voy a dormir. El viento sopla canciones.
Ya se apagó el rugir de motores
Nada queda más que ese ángel
Oculto detrás del panel de controles
Detrás del cableado y los soportes
Que sostienen a esta pequeña cabaña
Ese ángel que pronto va a revolotear
Sobre nuestros pesares y temores
Sobre nuestros anhelos y pasiones
Para velar por nuestros sueños
Para susurrarnos al oído
Que todavía hay mucho
Mucho todavía
Por vivir y luchar
Por andar y esperar
Que todavía no es
Tiempo de guardar
Pues queda mucho aún
Por hacer por soñar
Por desentrañar
Por develar
Por dar

MARCEL GONTRAND - 25/02/2014

CREPÚSCULO QUE ENVUELVE

Me desperté de un sueño abovedado
Entre transeptos frontis vigas y maderos
Mis pies raíz marchita de inválido cuerpo
A los pies de algún Cristo crucificado
No he tenido lenguas de mar y sal
Que curen mis heridas esta vez
Así que me he sentido viejo
Viejo por volver a mi lugar
Una cabina hermética en la loma
Adonde yacer la noche boca arriba
Y el mordisco de sol que nombra tibiamente
Los días que se van el crepúsculo que envuelve
Y un colibrí zumba en su circular
Paseo alrededor de mi cráneo estampado
De fechas aromas bosques y ciudades
De ojos bocas y amores mal guardados
De imágenes que nunca se enmarcarán
En el frondoso álbum de mi juventud

Me he levantado en un estremecer
Poniendo proa a una ruta sin luz
Vibrante mi paso en cada paso
La música es mi sola compañía
Un viento helado que me obliga a parar
Para decirme viejo qué lejos estas del mar
Qué triste se ve tu hogar lleno de cenizas
Las luces alumbran remolinos de polvo
De vidrio molido y deseos rotos
Huellas barridas que no puedo pisar
Ya no sé volver al calor del mar
El verano fue un licor que se quemó
Un sabroso rastro de miel en el paladar
Una estrella muerta pasión hecha tormenta
Y una llovizna aguda de signos de pregunta
Sobre un mañana hundido en el ayer
Tanto camino aún por deshacer

MARCEL GONTRAND - 24/02/2014

LA NÓMINA INFINITA

Los pueblos que crecieron al ritmo del turismo balneario y
quedaron circunscriptos entre playas sembradas de tamarindos,
médanos y bosquecillos foráneos de coníferas, tienen cierta
propensión a señalizar en exceso.

Bien por necesidad de diagramación y loteo, bien por
afectación del gusto, de cierta manía por el orden, la
cuestión es que en este pueblo que descubrimos, se hizo un
notorio abuso de las indicaciones y los nombres.

De los ostensibles carteles de madera que crecen
primorosamente en la calle central de doble circulación
(alusiones previsibles como Las acacias, Los pinos, Miramar
o Viña del Mar), suerte de ruta de progresión colectiva que
fue infectándose de caballos, vacas, perros, autos, camiones,
micros y, sobre todo, gente, se pasa a otros mas precarios en
las arterias laterales y todavía algunos lujosos para
residenciales y complejitos hoteleros de cabañas.

El tema resulto ser que aquí los carteles se volvieron una
suerte de epidemia. Cada dos árboles había uno. Carteles de
diseño, en relieve, con los logos de cada taberna, hostal,
bar, negocio de ropa, artesanías, especias, vinos,
chocolates, restaurantes y otras factorías comerciales.

La madera como casi exclusivo insumo (la lógica del bosque
parece alentar la depredación de constructores y decoradores)
mobiliario y arquitectónico. Y en ese noble material, todos
los tipos de carteles posibles, algunos incluso inconcebibles
en sus irregularísimas formas (no pocos deletreados en el
trozo virgen -o algo así- de la madera talada).

Pero la sorpresa fue constatar que no solo se abundaba en
señalizar las cosas necesarias de tal artificio sino incluso
las obviedades. Las cosas, los lugares, las personas.
Ejemplificar es ilustrativo, aunque quita eficacia a la
sugestión lectora. Cada árbol tenía el nombre que lo
designaba como tal, la especie a la que pertenecía, y hasta
el nombre asignado por los residentes: desde el simple
pinito o los cardinales primero o enésimo, a sofisticaciones
como Abuelo Beto (o sea A. Beto), Endimión, Orgullo del Sur,
Plegaria Querandí, o nombres vulgares estilo Carlitos o El Pancho. 
Todos los perros llevaban adosado al collar su
nombre, pero también los gatos, caballos y hasta algunos
pájaros de gran porte que llevaban un anillo en su pata (Ej.
Carancho, tipo de ave, y Feliciano Brunelli, su nombre).
Entonces, el vicio nombrador se traslado a las personas. A
solapas, remeras estampadas y pins en mochilas y camperas que
las identificaran.

Esta peculiaridad no estaba del todo mal a ciertos efectos
prácticos de la comunicación. Uno tenía intenciones de
conocer a una muchacha y ya conocía su nombre de antemano, a
saber, Milagros Nuchatowski, o Beatriz López. Lo mismo al
intervenir en un comentario o iniciar cualquier dialogo.
Sabia que se estaba charlando con Pedro y Jacinto o se
refería a don Jacobo. Así, a poco de recorrer el pueblo, que
no era un gran mérito dada su extensión, uno ya tenia a
disposición el padrón ambulante de gran parte de los
residentes (exceptuando ausentes, ocultos o durmientes). 
Los que deambulábamos descartelados éramos evidentemente
turistas, visitantes y circunstanciales. Y estábamos
obligados a introducir presentaciones ante la espontaneidad
casi obligatoria del pueblerío y, como es rutinario, con los demás ajenos. Los locales, a pesar de poder ser llamados con
nombres, apellidos y hasta apodos (abundaban los Cachos, Titas y Cholos), podían optar por sonreír, mas o menos
indiferentemente, o mirar sin inmutarse y contestar con
monosílabos e interjecciones.

En las callejuelas aledañas al centro, casi insinuadas en un
paisaje montuno, se había llegado al paroxismo señalético y
había carteles de "piedras" sobre las piedras (pegados con
cinta scotch), y hasta letreros muy básicos que anunciaban
carteles próximos (a 500 metros Pescadería o el colmo: Se
hacen carteles o venta de materiales para carteles). Casi al
final del poblado pudimos distinguir un último letrero
enigmático por absolutamente obvio que decía: CARTEL en
letras fileteadas, en relieve, repujadas, doradas. Podía
significar tanto que estaba permitidísimo fijar y crear
carteles como, muy probablemente, el nombre del poblado mismo
(nombre, que a despecho de tantos nombres, no nos atrevimos
ni a preguntar).

Así, acartelados, nominados, escuadrados, enmaderados,
colgados, nos fuimos alejando de aquel pueblito.
Extrañamente, o por fortuna, todas las sendas tortuosas,
desdibujadas, minadas de charcos, perros y ramas secas, que
nos perdieron hasta encontrarnos en Mar Azul, carecían de
letrero o cartel alguno que aun remotamente pudiera
ubicarnos en algún plano conocido.

HIDROLIZANDO

La otra noche conjeturamos un cielo cascado
Una fisura un tris un siete en el cielo
Un desgarro celeste sería
Y un goteo sostenido que nos diluía 
Y le daba borboteos de clepsidra al paisaje
No es que creara una imagen desvaída 
O difuminada de todo el entorno
Sino un efecto de humedad descendente 
Como de fuente para abajo
Que las fotografías podrían
Tanto eternizar como profanar 
Esa ilusión de quietud y grisura

Lo interesante del ciclo del agua
Es que en algún momento
Todo lo que hubo descendido asciende
Y es concebible aunque improbable
Que un color un rasgo un detalle
Una propiedad una pátina una capa
De nuestro ser o de nuestro medio
Por imperceptible que se supusiera
Se nos volara con el agua al cielo
Otra vez al cúmulo al cirro al nimbo
A esas formas deslizantes de materia
Estirada comprimida inestable
Que podía ser o no
Un cordero una cara un monte un pez
Pero era todo nube seguramente
Y en esa nube un pedacito de nosotros 
Hidrolizado sublimado en la dispersión
En el ascenso hacia el etéreo indiviso
Donde no habría ojo susceptible a la luz
Que pudiera situarlo en atmósfera o estratósfera
En espacio exterior sembrado de estrellas
Presentes o extintas por rémoras luminiscentes

Entre el agua de arriba y el agua de abajo
Y todo el agua que nos compone y desintegra
La osamenta clavada sobre un punto
Palanca y estanque ante el movimiento
Irrefrenable de la esférica astralidad
Bajo un cielo cascado que llueve

Tal vez esta intuición conjetural
Implique que estas rebanadas láminas
Virutas polvillos que se desprenden
De las cosas los cuerpos la tierra
Retenidos en las gotas que se evaporan
Lleven en sí mensajes a otras cosas
Otros cuerpos y otras tierras
Podríamos conjeturar también
Que el plano se desdoblara en espacio
Y las gotitas evaporadas volvieran
A constituirse en gotitas lloviendo
En dirección ascendente al universo del reverso
Hacia un valhala sobre la línea del océano
Surcado por negros navíos jinetes de tormentas

MARCEL GONTRAND - 20/02/2014

VOLANTES INMÓVILES

Carteles de carteles
Ves la última consigna
Y el collage de papeles
Te oculta la verdad.
El lienzo de Verónica 
El cóctel de venenos
El cielo encapotado
El canto de sirenas
El gris de tanto asfalto
El mapa de algún cuerpo
La marca del tesoro
Tatuada en la médula en los huesos.
Volantes inmóviles del viento.
La certidumbre de todo lo incierto.

Es algo tan inútil
Lo poco que aprendo
Para entender el mundo
Que concentra algún gesto.
Babel sin sintonía
Frituras del espectro
Silencio sepultado
Por ruidos en estéreo
Gemidos del gemido
Orgasmos del sadismo
Las curvas espirales
De extraños conocidos reactivos.
Deseo que puedas tener deseos.
Volantes inmóviles del viento.

Carteles de carteles
Se salta la pintura
Se alteran las figuras
Las letras en espejo
Revelan que para vivir vas muerto.

Al otro lado del laberinto
Te ves con la cara del minotauro.

MARCEL GONTRAND - 20/02/2014