miércoles, 3 de abril de 2013

UN VISIR DEL SUR



Su padre había sido un destacado negociante en la corte del emperador Kuuzanchi. Si en algo fue célebre este monarca de los fedha wanaume, fue por un talento natural en embaucar e ilusionar a su pueblo con falsas promesas, mal vendiendo todos los recursos del reino, que eran muchos, a pesar de que ningún sabio los supiera estimar en sus análisis (si algo caracterizaba a estos fedha wanaume era su desprecio de lo propio y su admiración por lo foráneo, sobre todo si provenía del remoto Kaskazini, en el imperio meridional), a un conveniente costo para los inversionistas, trayendo pobreza y desocupación a la gente, con la absurda quimera de convertir al uzito, su moneda, en una divisa fuerte para el consumo y los viajes de placer. Claro que sólo unos pocos pudieron disfrutar de este supuesto beneficio y hasta enriquecerse a expensas de la ruina de una gran mayoría. Los sabios más conspicuos (wapumbavu, en el decir popular), opinaron otra vez: esta era una lamentable condición para que el mundo siguiera girando y todo estuviera en su sitio. Kuuzanchi, y luego Mambombaya, y hasta Muuaji, fueron sacudidos, y hasta removidos, por levantamientos populares. Con Kusini Ndege creyeron que había sobrevenido la paz. Su temprana muerte fue lamentada por muchos, pero su esposa Kuwamiaka Yasabini, retendría el cetro para su linaje: el clan Mjinga Ndege. Esta pareja real logró aquietar las aguas, creando una sensación de estabilidad y orden. Hablando de aguas, el problema comenzó justamente por las aguas. Un océano propiamente, que fue anegando lentamente el corazón de los fedha wanaume: la ciudad costeña de Nzuri-Hewa. Allí, Maafa Yaasili, visir de aquella metrópoli, hijo de aquel prominente comerciante, sería el mayor responsable de la debacle.
Aún se conserva una cronología aproximada de los hechos aberrantes que implicaron el hundimiento y desaparición de la otrora rica y famosa ciudad de Nzuri-Hewa, y con ella, la declinación y el fin del imperio Kamafedha. Se cree que fue realizada por un tal Mwanko Maarufu, cronista de corte de los Mjinga Ndege. Las investigaciones posteriores sugieren la inexistencia de tal personaje y lo asimilan a un grupo de notables de la casta sacerdotal. Otras versiones místicas, lo señalan como una suerte de vengador ancestral, un espíritu libre que anida en las entrañas de los pocos que lograron sobrevivir al cataclismo: el pueblo bara, que trabajosamente emigró allende los márgenes del Katiyamito, hacia las tierras altas de Mbalimbali, donde aún reside.
Los años señalados al comienzo de cada entrada no se corresponden con nuestro calendario y hacen alusión al tiempo transcurrido desde la ascensión del fundador mítico de aquella raza (los fedha wanaume), Anakula Mboga Len, hasta su presente al registrarse estos anales (el equivalente al año 68 de nuestra era), denominado como 19 en la redacción de las tablillas de barro cocido. Estos invaluables restos arqueológicos se hallan en el British Museum. Los gobiernos de Eritrea y Etiopía reclaman por su definitiva restitución ante las autoridades británicas.
Año 11 – Maafa Yaasili es nombrado visir de Nzuri-Hewa. Llega con gran aclamación de los ardhis mabwana (señores de la tierra, se supone que se refiere a los ricos y poderosos, no sólo a los terratenientes) aunque los wakulima (literalmente, campesinos, pero también gente del común) también apoyan su advenimiento. Inmediatamente, busca tomar el control de los watu mkutano (asambleas populares de las cuatro regiones) y dispone a los wajasiriamali (palabra desconocida o confusa para el lexicón Ndevungumu, único diccionario limitado a 200 vocablos kamafedho-inglés, recopilado por el corsario Sir Cyrus James en 1682; podría asimilarse a inversionistas, empresarios o testaferros, pero es un anacronismo muy new age para el período histórico referido) realizar grandes obras (se refiere a obras monumentales) para ganarse el favor popular.
Año 12 – Siguiendo el consejo de su mano del corazón (su asesor más directo) Kipaji, manda a dar grandes espectáculos con fieras exóticas y guerreros, demostraciones de mpiramguu (un deporte similar a un fútbol primitivo, con varias bolas de caucho que debían atraparse en un saco de cuero de cabra al tiempo que eran disputadas con los pies por ambos bandos, se lo supone un juego violento, ya que existen estatuillas conmemorativas de bronce representando grescas multitudinarias; se cree que los perdedores eran masacrados, otra versión sostiene solamente la ejecución de su capitán por degollamiento) y otras competencias de destreza, también carreras de veloces magari (carros tirados por bueyes, aunque las crónicas, siempre fantásticas, los reemplazan por linces y gacelas), hasta luchas de feroces kigeni (al parecer guerreros magrebíes y etíopes traídos como prisioneros o, tal vez, mercenarios del clan). Viaja a lomos de elefante, seis días, adonde acaban los montes y se afina el mar (al parecer al norte del Golfo Pérsico), con su séquito y su familia. Concurre a una reunión de líderes (se trataría de otros visires de ciudades importantes, incluso de pueblos extranjeros) en una isla (no se precisa cuál). Un terremoto destruye varias casas y una casa grande (templo o gimnasio para guerreros, podría ser ambas cosas en un mismo lugar). Envía a Kipaji con provisiones y ayuda pero llegan a la siguiente quincena. Mueren diez fedhai y un gabufedhu (invasores de un pueblo nómade, de las montañas, que bajaban a las regiones costeras a ofrecerse en labores temporarias; vulg. sujeto de una cultura inferior, bruto, bestia de carga). Maafa Yaasili culpa a los gabufedhu y a los urumbai (aparentemente otros extranjeros) que vienen a explotar nuestras tierras y no pagan tributos al dios (tal vez, Mahrem, dios de la guerra). Entonces, decide aumentar los tributos. Expulsa a los wakulima que no pueden cubrirlos y a los mercaderes sin registro (es complejo pensar en un registro formal para este grado estatal, pensamos más bien en particulares que no daban su parte a los llamados “inspectores del dios”).
Año 13 – Maafa Yaasili culpa a los dinastas Mjinga Ndege por la escasa ayuda que recibe para resolver los problemas de tan inmensa metrópoli. Se suma a las súplicas de la sacerdotisa Mafuta Mwanamke de que caiga sobre ellos la mayor de las maldiciones. Al sobrevenir la muerte de Kusini Ndege, expresó su pesar y se distanció un poco de la clase sacerdotal. Todos columbrábamos alguna reconciliación con la reina, no obstante, envió a uno de sus acólitos, Mambo Kicheko, a procurar el visirato de Takatifu Imani, una provincia vecina. En esa tregua (aire quieto, en el texto original) aprovechó a pactar algunos acuerdos de colaboración (es posible que se tratase sólo de negocios en conjunto) con la casa reinante. Kuwamiaka Yasabini igual tomó la precaución de enviar agentes del reino (probablemente espías) que le plantearon una querella (no sabemos si hubo una contienda menor o si se lo instó a prestar juramento a su majestad). Maafa Yaasili se quejó, anhelando los tiempos de gloria de su predecesor, Kijeshi Kinyesi, en el período de dominación de la elite guerrera, quien arrasó aldeas enteras para trazar caminos. Para conmemorarlo, puso al frente de su guardia personal a un veterano de aquellos tiempos: Faini Majumba. Temido como un feroz asesino, fue rechazado por el sentir general (el alma de todos, en el texto original) y tuvo que ser apartado. No contento con esto, nombró tutor de las criaturas reales (niños, suponemos) a Ng’ombe Tajiri, quien prohibió el conocimiento de los ancestros, la meditación del Msafiri Milele (Viajero Eterno, un papiro sagrado del que se recuperaron fragmentos que se encuentran en el Museé de Histoire Naturelle, en París), cambiándolo por un acopio de antiguas tradiciones olvidadas (en el original dice “historias menores”. N.de R.: la traducción es nuestra). También lamentó que el palacio central (nyumbani serikali, en el original) no mandase forjar más uzito para comerciar en el exterior. Dijo: “¡Cómo podremos cambiar las suertes de nuestro pueblo si no podemos traer reservas del extranjero o acarrear nuestras propias ganancias adonde queramos!”. Llamó tiranos a los Mjinga Ndege y convocó a los fedhai a combatir su tiranía. Mientras tanto, se preocupó de cerrar filas con Muuaji, el anterior monarca depuesto, ahora enfrentado a la reina, a quien llamaban despectivamente Kike Farasi (tr. yegua). Bien es sabido que una mujer nunca puede encargarse bien de los negocios de los hombres. Así lo entendía también Maafa Yaasili, quien relegó a sus dos wanawake (literalmente, mujeres, no sabemos si concubinas o intrigantes) a un puesto subordinado. Viendo que las cosas no marchaban bien, volvió a aumentar los tributos al dios.
Año 14 – Con amplio apoyo de todos los hombres libres, inicia un nuevo período en el visirato. Lo festeja con gran denuedo, iniciando otro viaje al Sudán para cazar leopardos y elefantes. Desde allí vuelve a denunciar la tiranía de los Mjinga Ndege, arengando a la resistencia, pero no puede evitar ordenar una nueva suba del tributo, reflejada con fuerza en la cuota para los carreros y los peajes en los puentes. Allí lo sorprende la llegada de su nueva hija y también un temporal de vientos huracanados que destroza buena parte de Nzuri-Hewa. Se lamenta por no poder estar en su querida ciudad y manda a realizar donaciones públicas de frutos y verduras para los afectados. Desgraciadamente, el edicto llega dos días después de su retorno, a un mes de la tragedia que se cobró ciento treinta víctimas y cuatro gabufedhai. Observando el bienestar del pueblo, suspende la medida, considerándola de excesiva generosidad. En cambio, inicia la construcción de un templo monumental en honor a Mahrem, para beneplácito de la clase sacerdotal, regida por Askofu Kiume, un custodio de los secretos del dios de su entera confianza.
A continuación se produce un hiato por la pérdida de algunos fragmentos. Se conservan palabras aisladas como mila, mali, biashara, mapato, payola, que no tienen gran sentido por sí solas. Mienten quienes intentan asimilarlas al swahili actual como tradiciones, propiedad, negocios, ganancias o coima. El kamafedho no es similar a este idioma, aunque sus palabras sean, básicamente, las mismas.
Lo que sí conservamos, por fortuna, es el desenlace de esta trágica historia de la etnia fedha wanaume. El relato del año 19, fin de esta civilización y destrucción de Nzuri-Hewa, que ofrecemos a continuación:
Año 19 – Las tormentas, huracanes y maremotos se sucedieron con fuerza e inclemencia. Primero, Maafa Yaasili realizó numerosos viajes en busca de ayuda y protección. No hubo panteón al que recurriera que le proporcionase alivio. El poder de Mahrem se había desatado con furia sobre su gente, dispuesto a aniquilarlo todo. De modo que, para proteger a los funcionarios de su gobierno y a su persona misma, decidió aceptar la sugerencia de Kipaji, diestra de su corazón, trasladándose con su corte a la distante isla de Mwisho Tusi, en la boca de ambos estrechos, cerca de Zeila (en esto fue un precursor de Tiberio, salvando las distancias con la paradisíaca Capri). Desde allí, dio sus últimas directivas, siempre imprecando contra los Mjinga Ndege, a quienes volvió a maldecir, cuando ya Nzuri-Hewa estaba condenada. El custodio de los secretos del dios, entretanto, su amigo Askofu Kiume, había sido elevado a sumo sacerdote del culto de Mahrem, y se había trasladado al norte, allende la barrera de montes protectores, al templo de Kubwa Uongo. Desde entonces, fue su mayor protector, procurando que nada le faltase en su forzoso exilio…
Aquí vuelve a perderse el relato y no tenemos fragmentos que narren los sucesos posteriores. Los conocemos gracias a tradiciones orales y a unas supuestas memorias de la reina Kuwamiaka Yasabini (tituladas algo así como Una razón del vivir o La razón de estar viva –Sababu kwa wanaoishi, en el original–) que quizás fuera encargada a los mismos escribas de las anteriores tablillas o a este mismo Mwanko Maarufu, quien se supone la acompañó en su marcha hacia el norte con nutridas filas de barai y algunos pocos fedha wanaume que escaparon de la catástrofe natural que acabó por sepultar a Nzuri-Hewa.