Su padre
había sido un destacado negociante en la corte del emperador Kuuzanchi. Si en
algo fue célebre este monarca de los fedha wanaume, fue por un talento natural
en embaucar e ilusionar a su pueblo con falsas promesas, mal vendiendo todos
los recursos del reino, que eran muchos, a pesar de que ningún sabio los
supiera estimar en sus análisis (si algo caracterizaba a estos fedha wanaume
era su desprecio de lo propio y su admiración por lo foráneo, sobre todo si
provenía del remoto Kaskazini, en el imperio meridional), a un conveniente
costo para los inversionistas, trayendo pobreza y desocupación a la gente, con
la absurda quimera de convertir al uzito, su moneda, en una divisa fuerte para
el consumo y los viajes de placer. Claro que sólo unos pocos pudieron disfrutar
de este supuesto beneficio y hasta enriquecerse a expensas de la ruina de una
gran mayoría. Los sabios más conspicuos (wapumbavu, en el decir popular),
opinaron otra vez: esta era una lamentable condición para que el mundo siguiera
girando y todo estuviera en su sitio. Kuuzanchi, y luego Mambombaya, y hasta
Muuaji, fueron sacudidos, y hasta removidos, por levantamientos populares. Con
Kusini Ndege creyeron que había sobrevenido la paz. Su temprana muerte fue
lamentada por muchos, pero su esposa Kuwamiaka Yasabini, retendría el cetro
para su linaje: el clan Mjinga Ndege. Esta pareja real logró aquietar las
aguas, creando una sensación de estabilidad y orden. Hablando de aguas, el
problema comenzó justamente por las aguas. Un océano propiamente, que fue
anegando lentamente el corazón de los fedha wanaume: la ciudad costeña de
Nzuri-Hewa. Allí, Maafa Yaasili, visir de aquella metrópoli, hijo de aquel
prominente comerciante, sería el mayor responsable de la debacle.
Aún se
conserva una cronología aproximada de los hechos aberrantes que implicaron el
hundimiento y desaparición de la otrora rica y famosa ciudad de Nzuri-Hewa, y
con ella, la declinación y el fin del imperio Kamafedha. Se cree que fue
realizada por un tal Mwanko Maarufu, cronista de corte de los Mjinga Ndege. Las
investigaciones posteriores sugieren la inexistencia de tal personaje y lo
asimilan a un grupo de notables de la casta sacerdotal. Otras versiones
místicas, lo señalan como una suerte de vengador ancestral, un espíritu libre
que anida en las entrañas de los pocos que lograron sobrevivir al cataclismo:
el pueblo bara, que trabajosamente emigró allende los márgenes del Katiyamito,
hacia las tierras altas de Mbalimbali, donde aún reside.
Los años
señalados al comienzo de cada entrada no se corresponden con nuestro calendario
y hacen alusión al tiempo transcurrido desde la ascensión del fundador mítico
de aquella raza (los fedha wanaume), Anakula Mboga Len, hasta su presente al
registrarse estos anales (el equivalente al año 68 de nuestra era), denominado
como 19 en la redacción de las tablillas de barro cocido. Estos invaluables
restos arqueológicos se hallan en el British Museum. Los gobiernos de Eritrea y
Etiopía reclaman por su definitiva restitución ante las autoridades británicas.
Año 11 –
Maafa Yaasili es nombrado visir de Nzuri-Hewa. Llega con gran aclamación de los
ardhis mabwana (señores de la tierra, se supone que se refiere a los ricos y
poderosos, no sólo a los terratenientes) aunque los wakulima (literalmente,
campesinos, pero también gente del común) también apoyan su advenimiento. Inmediatamente,
busca tomar el control de los watu mkutano (asambleas populares de las cuatro
regiones) y dispone a los wajasiriamali (palabra desconocida o confusa para el
lexicón Ndevungumu, único diccionario limitado a 200 vocablos kamafedho-inglés,
recopilado por el corsario Sir Cyrus James en 1682; podría asimilarse a
inversionistas, empresarios o testaferros, pero es un anacronismo muy new age
para el período histórico referido) realizar grandes obras (se refiere a obras
monumentales) para ganarse el favor popular.
Año 12 –
Siguiendo el consejo de su mano del corazón (su asesor más directo) Kipaji,
manda a dar grandes espectáculos con fieras exóticas y guerreros, demostraciones
de mpiramguu (un deporte similar a un fútbol primitivo, con varias bolas de
caucho que debían atraparse en un saco de cuero de cabra al tiempo que eran
disputadas con los pies por ambos bandos, se lo supone un juego violento, ya
que existen estatuillas conmemorativas de bronce representando grescas
multitudinarias; se cree que los perdedores eran masacrados, otra versión
sostiene solamente la ejecución de su capitán por degollamiento) y otras
competencias de destreza, también carreras de veloces magari (carros tirados
por bueyes, aunque las crónicas, siempre fantásticas, los reemplazan por linces
y gacelas), hasta luchas de feroces kigeni (al parecer guerreros magrebíes y
etíopes traídos como prisioneros o, tal vez, mercenarios del clan). Viaja a
lomos de elefante, seis días, adonde acaban los montes y se afina el mar (al
parecer al norte del Golfo Pérsico), con su séquito y su familia. Concurre a
una reunión de líderes (se trataría de otros visires de ciudades importantes,
incluso de pueblos extranjeros) en una isla (no se precisa cuál). Un terremoto
destruye varias casas y una casa grande (templo o gimnasio para guerreros,
podría ser ambas cosas en un mismo lugar). Envía a Kipaji con provisiones y
ayuda pero llegan a la siguiente quincena. Mueren diez fedhai y un gabufedhu
(invasores de un pueblo nómade, de las montañas, que bajaban a las regiones
costeras a ofrecerse en labores temporarias; vulg. sujeto de una cultura
inferior, bruto, bestia de carga). Maafa Yaasili culpa a los gabufedhu y a los
urumbai (aparentemente otros extranjeros) que vienen a explotar nuestras
tierras y no pagan tributos al dios (tal vez, Mahrem, dios de la guerra).
Entonces, decide aumentar los tributos. Expulsa a los wakulima que no pueden
cubrirlos y a los mercaderes sin registro (es complejo pensar en un registro
formal para este grado estatal, pensamos más bien en particulares que no daban
su parte a los llamados “inspectores del dios”).
Año 13 –
Maafa Yaasili culpa a los dinastas Mjinga Ndege por la escasa ayuda que recibe para
resolver los problemas de tan inmensa metrópoli. Se suma a las súplicas de la
sacerdotisa Mafuta Mwanamke de que caiga sobre ellos la mayor de las
maldiciones. Al sobrevenir la muerte de Kusini Ndege, expresó su pesar y se
distanció un poco de la clase sacerdotal. Todos columbrábamos alguna
reconciliación con la reina, no obstante, envió a uno de sus acólitos, Mambo
Kicheko, a procurar el visirato de Takatifu Imani, una provincia vecina. En esa
tregua (aire quieto, en el texto original) aprovechó a pactar algunos acuerdos
de colaboración (es posible que se tratase sólo de negocios en conjunto) con la
casa reinante. Kuwamiaka Yasabini igual tomó la precaución de enviar agentes
del reino (probablemente espías) que le plantearon una querella (no sabemos si
hubo una contienda menor o si se lo instó a prestar juramento a su majestad).
Maafa Yaasili se quejó, anhelando los tiempos de gloria de su predecesor,
Kijeshi Kinyesi, en el período de dominación de la elite guerrera, quien arrasó
aldeas enteras para trazar caminos. Para conmemorarlo, puso al frente de su
guardia personal a un veterano de aquellos tiempos: Faini Majumba. Temido como
un feroz asesino, fue rechazado por el sentir general (el alma de todos, en el
texto original) y tuvo que ser apartado. No contento con esto, nombró tutor de
las criaturas reales (niños, suponemos) a Ng’ombe Tajiri, quien prohibió el
conocimiento de los ancestros, la meditación del Msafiri Milele (Viajero Eterno,
un papiro sagrado del que se recuperaron fragmentos que se encuentran en el
Museé de Histoire Naturelle, en París), cambiándolo por un acopio de antiguas
tradiciones olvidadas (en el original dice “historias menores”. N.de R.: la traducción es nuestra).
También lamentó que el palacio central (nyumbani
serikali, en el original) no mandase forjar más uzito para comerciar en el
exterior. Dijo: “¡Cómo podremos cambiar las suertes de nuestro pueblo si no
podemos traer reservas del extranjero o acarrear nuestras propias ganancias
adonde queramos!”. Llamó tiranos a los Mjinga Ndege y convocó a los fedhai a
combatir su tiranía. Mientras tanto, se preocupó de cerrar filas con Muuaji, el
anterior monarca depuesto, ahora enfrentado a la reina, a quien llamaban
despectivamente Kike Farasi (tr. yegua).
Bien es sabido que una mujer nunca puede encargarse bien de los negocios de los
hombres. Así lo entendía también Maafa Yaasili, quien relegó a sus dos wanawake
(literalmente, mujeres, no sabemos si concubinas o intrigantes) a un puesto
subordinado. Viendo que las cosas no marchaban bien, volvió a aumentar los
tributos al dios.
Año 14 – Con
amplio apoyo de todos los hombres libres, inicia un nuevo período en el
visirato. Lo festeja con gran denuedo, iniciando otro viaje al Sudán para cazar
leopardos y elefantes. Desde allí vuelve a denunciar la tiranía de los Mjinga
Ndege, arengando a la resistencia, pero no puede evitar ordenar una nueva suba
del tributo, reflejada con fuerza en la cuota para los carreros y los peajes en
los puentes. Allí lo sorprende la llegada de su nueva hija y también un
temporal de vientos huracanados que destroza buena parte de Nzuri-Hewa. Se
lamenta por no poder estar en su querida ciudad y manda a realizar donaciones
públicas de frutos y verduras para los afectados. Desgraciadamente, el edicto
llega dos días después de su retorno, a un mes de la tragedia que se cobró
ciento treinta víctimas y cuatro gabufedhai. Observando el bienestar del
pueblo, suspende la medida, considerándola de excesiva generosidad. En cambio,
inicia la construcción de un templo monumental en honor a Mahrem, para
beneplácito de la clase sacerdotal, regida por Askofu Kiume, un custodio de los secretos del dios de su
entera confianza.
A
continuación se produce un hiato por la pérdida de algunos fragmentos. Se
conservan palabras aisladas como mila,
mali, biashara, mapato, payola, que no tienen gran sentido por
sí solas. Mienten quienes intentan asimilarlas al swahili actual como tradiciones, propiedad, negocios, ganancias o coima. El kamafedho no es similar a este idioma, aunque sus
palabras sean, básicamente, las mismas.
Lo que sí
conservamos, por fortuna, es el desenlace de esta trágica historia de la etnia
fedha wanaume. El relato del año 19, fin de esta civilización y destrucción de
Nzuri-Hewa, que ofrecemos a continuación:
Año 19 – Las
tormentas, huracanes y maremotos se sucedieron con fuerza e inclemencia. Primero,
Maafa Yaasili realizó numerosos viajes en busca de ayuda y protección. No hubo
panteón al que recurriera que le proporcionase alivio. El poder de Mahrem se
había desatado con furia sobre su gente, dispuesto a aniquilarlo todo. De modo
que, para proteger a los funcionarios de su gobierno y a su persona misma,
decidió aceptar la sugerencia de Kipaji, diestra de su corazón, trasladándose
con su corte a la distante isla de Mwisho Tusi, en la boca de ambos estrechos,
cerca de Zeila (en esto fue un precursor de Tiberio, salvando las distancias
con la paradisíaca Capri). Desde allí, dio sus últimas directivas, siempre
imprecando contra los Mjinga Ndege, a quienes volvió a maldecir, cuando ya
Nzuri-Hewa estaba condenada. El custodio
de los secretos del dios, entretanto, su amigo Askofu Kiume, había sido
elevado a sumo sacerdote del culto de Mahrem, y se había trasladado al norte,
allende la barrera de montes protectores, al templo de Kubwa Uongo. Desde
entonces, fue su mayor protector, procurando que nada le faltase en su forzoso
exilio…
Aquí vuelve a
perderse el relato y no tenemos fragmentos que narren los sucesos posteriores.
Los conocemos gracias a tradiciones orales y a unas supuestas memorias de la
reina Kuwamiaka Yasabini (tituladas algo así como Una razón del vivir o La
razón de estar viva –Sababu kwa wanaoishi, en el original–) que quizás fuera
encargada a los mismos escribas de las anteriores tablillas o a este mismo
Mwanko Maarufu, quien se supone la acompañó en su marcha hacia el norte con
nutridas filas de barai y algunos pocos fedha wanaume que escaparon de la
catástrofe natural que acabó por sepultar a Nzuri-Hewa.