miércoles, 5 de marzo de 2014

ESPEJOS

Mi amigo me hizo una pregunta verdaderamente inquietante:
-¿Qué seríamos nosotros si no existieran los espejos? 
-¿Cómo? -dije yo, sorprendido.
-Claro. Si no hubiera fotografías ni espejos. Si no nos pudiéramos ver a nosotros mismos, reflejados de alguna manera. Si no conociéramos cómo somos, cómo se ven nuestros rostros. ¿Cómo seríamos? –señaló, intentando completar su planteo.
Y yo, intentando explicar: -Bueno, Federico, en el comienzo de la humanidad no existían los espejos ni las fotos. Los primeros hombres, los primeros grupos humanos, se contemplaron en el agua, en lagos o ríos. 
-Sí, pero no es lo mismo, el agua distorsiona la imagen. -Agregó, como resistiéndose a aceptarlo.
-Los espejos también distorsionan y las fotografías no nos muestran como verdaderamente nos vemos. -Añadí para relativizar su refutación.
-Puede ser. -Concedió sin conformarse demasiado.
-En la película La guerra del fuego, de Jean Jacques Annaud, un Neanderthal se descubre en un espejo de agua y recula asustado primero, pensando en que otro ser lo mira desde el agua. Después se acerca con curiosidad y en posición defensiva hasta que se da cuenta que imita sus gestos el ser que ve. Finalmente, con cierto entusiasmo extrañado, se da cuenta que se trata de él mismo, que es su propia imagen reflejada en el agua. -Agrego yo, sin recordar si es exacta esta cita del filme o se trata de una corrección de mi evocación sobre alguna escena en particular.
-Igualmente habrá sido muy loca esa primera vez, ¿no? Antes de eso no conocíamos nuestro rostro, nomás veíamos el de los demás.
-No, Fede. Los animales también ven su reflejo en el agua. Mi gato Beppo, por ejemplo, cuando se miró en el espejo de mi casa por primera vez, no se sorprendió para nada. O sea, no se puso a saltar contra el espejo o a maullarle a su imagen como si fuera otro gato y eso que era chiquito, no creo que hubiera visto antes un espejo. -Ahora era yo quien pretendía refutar aquel extrañamiento primero ante los espejos.
-Darta, los animales tienen otra percepción de las cosas. No tienen raciocinio, entonces no se angustian.
-Pero si dejás a un perro solo en una habitación encerrado, se pone a llorar, se deprime, se angustia.
-Si, pero es otro tipo de angustia. No es una angustia existencial, como la que nos surgiría a nosotros los humanos.
-Ah, puede ser. -Concedí de buen grado. En realidad, la pregunta quedó flotando y no hubo una respuesta que nos satisficiera.
¿Acaso se imaginaran un rostro similar al que otros tenían, se lo palparían para deducir sus rasgos como suelen hacer los ciegos con todos los rostros que desean conocer? ¿Esta idea mínima o detallada (según la calidad del tacto), les daría un perfil aproximado de su autoimagen, para completar su esquema corporal? ¿Es que acaso constituía una preocupación para su mente alcanzar esta definición de sí? 
En este presente posmoderno, en el que somos todo ojos y todo uso y abuso de las imágenes para crear y montar un imaginario cada vez menos simbólico, en este imperio del homo videns y esta nueva adultez ociosa sin culpas (o bajo cierta normatividad sistematizada) del homo ludens, en plan pretencioso de suplantar al milenario sapiens sapiens desde alguna prótesis cultural sintética, nos parece inconcebible no vernos repetidos en todos los formatos y soportes, digitales y analógicos, seriados al estilo pop art o pixelados más o menos bajo el ajuste estético del photoshop.
En esto, como en cualquier otro aspecto a considerar en la cultura humana actual, todo es asimilado a los parámetros del efímero presente y sus aspectos futuribles, arrojando sombras de magníficas distorsiones hacia el pasado, cuanto más lejano, mas asimilable a un repentismo utilitarista por un mayor desconocimiento y una ausencia de fuentes escritas y/o elementos que indiquen determinismos de subjetividad material acerca de la individuación social de aquellas primeras comunidades humanas.
Verbigracia: una invención deliberada del acontecer social más íntimo de aquellos recientes post-homínidos. Entonces, recaigo en la pregunta primera: -¿Que sería de nosotros si no existieran los espejos ni ninguna otra forma de poder captar el reflejo de nuestra imagen personal? Porque esto no ha sido contestado, lo anterior sólo fue un largo rodeo para salvar a los prehistóricos de la especulación de aquella pregunta. Justamente cuando especular refiere a espejo (nunc vident aescurament per speculum). Y de esto se trata toda esta lata finalmente.
Probablemente, la respuesta a esta inquietud existencial, que me planteara mi amigo Federico, haya que buscarla no en presentir una precariedad identitaria o de individualidad en la ausencia de reproductores de imagen sino todo lo contrario. En lo especular habría una similitud duplicada, no una identidad de lo reflejado.
Es decir, una aproximación bastante exacta de lo que se pretende reproducir en imagen, en la que jugaría un rol fundamental no tanto el material o el soporte sino la cantidad o ausencia de luz que incidiese en esa reflexión y la posibilitara. Entonces, el elemento central deja de ser el espejo y pasa a ser la luz que refleja al objeto en el tipo de superficie especular que fuera. Ergo, todo lo que vemos (incluso nuestras caras reflejadas) pasa por el fenómeno de la incidencia de la luz (solar o artificial) y la convección o concavidad de la lente en la que rebota o refracta. El ojo, la córnea y todo el sistema ocular responde a una lógica similar a las lentes y los artefactos constituidos por lentes y espejos. Es decir que todo lo que vemos es igualmente similar e inexacto al objeto que se recorta del espacio a la percepción de un agente externo ante la incidencia de la luz.
Todo lo que ves no es, como la imaginación, se junta con total interferencia, diría Charly García. Por lo tanto, quienes ven y quienes no ven tienen semejante acceso a cierta clarividencia de lo esencial. Se hacen a una autoimagen que es más concepto que forma, al tiempo que la van conformando en interacción con el medio social y ambiental, en sucesivos ajustes graduales que oscilan entre el reconocimiento, la indiferencia y hasta el rechazo propio y ajeno. 
Si hay una respuesta parcial a aquella pregunta inicial tiene que ver más con esto y menos con las mil y una formas de reflejarse o captar el propio retrato de un momento determinado. 
Los espejos mienten, la fotografía miente, los videos mienten, solamente tus ojos de mí y mis ojos de ti pueden contener un valor relativo de veracidad.

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