jueves, 6 de marzo de 2014

SIN SUBTÍTULOS


La vida definitivamente no es como en las películas.

Nadie usa capa y mallas ajustadas y antifaz o máscara para señalar que se cree un superhéroe o un supervilllano (salvo los cosplayers en eventos intrascendentes para geeks y reprimidos). Mucho menos vuela o practica la telekinesis o la teletransportación (como mucho llega a hacer zapping con el control remoto en la tele), nadie tiene visión de rayos X o rayos láser (sí miopía, presbicia, hipermetropía, glaucoma o cataratas, y le dan una dosis de láser para que no quede ciego), nadie se desmaterializa, entra en fase o tiene músculos o exoesqueleto de acero (carne versus metal siempre da carnicería, sépanlo los amantes de las armas y los que creen que se le puede oponer el pecho y la razón a las balas -la vida te mata si es que no lo hace alguien antes-).Los héroes tienen al menos la decencia de no hacerse matar inútilmente, piensen en esto cuando crean que van a respetar su integridad cuando la voz del jefe los mande al frente de la columna. Sólo los tontos se hacen matar y un enjambre incalculable de mártires nos precede. Creo que no necesitamos más. Así que, entusiastas militantes, no se hagan matar al pedo. Hay un principio fundante en la dirigencia: que las ideas se difundan y para eso es esencial mantener lejos el culo de las llamas (no hago más que repetir a Georges Brassens). 

Cuando suena alguna música, rara vez es incidental. Un tema chicloso, romántico o de leit motiv pegadizo, no augura la aparición de la chica/chico/trans o lo que quieras que habite en tus sueños y deseos. Las más de las veces no servirá más que para cultivar tu nostalgia, culpa, masoquismo y otras variantes lacrimosas. Tampoco hará aparecer una moto o un convertible de la nada, salvo que tengas una borrachera de delirium tremens o estés fatalmente drogado. Si es así, cambiá de dealer, de droga, buscá un psico-algo, un gurú, un místico o un grupo de contención anónimo de autoayuda en lo que sea. O sea, estás mal y lo peor para vos sería un amante, un compromiso, una cita o cualquier otro recurso más o menos amoroso en la escala animal.
Es una boludez decadente que mires a esa rubiecita que masca chicle, mientras se clava a fondo en sus auriculares o se sumerge en las redes sociales, pegada a la ventanilla del bondi. Jamás te daría bola, ¿qué tal si probás con personas reales? Tal vez funcionaría un poco mejor. Hasta puedo asegurarte que te iría pésimo si sucediera lo que vos creés que debería suceder y no sucede por tu neurosis de que el mundo conspira en tu contra. Generalmente el/la/lo (ya rompen las pelotas los genéricos y ni te digo las equis y arrobas) partenaire que te calienta no va a terminar revolcándose con vos (igual podés navegar en tu fantasía, la autosatisfacción es uno de los sentidos de esta vida). 
Como tampoco resulta que ante la quinta de Beethoven haya que salir a apalear gente o King Crimson te dé un ataque de locura o un rasgueo sostenido de una cuerda de violín indique que van a cortarte el cuello de un momento a otro. Suele suceder que en el momento de tensión, confesión o consumación del deseo no hay Frank Sinatra, Gardel ni John Williams que lo ilustre, enmarque o resalte. Un bolero o una cumbia no te quitan lo tartamudo, la música no hace milagros, sólo acompaña, aísla o distrae; hasta patea un instante de incomodidad para más tarde. Si hay algo por decir no hay canción, poema o imagen que lo reemplace. Hacer opción por esos reemplazos es más que nada crear confusiones o esquivar el bulto. Todos sabemos los desastres que puede acarrear arreglar cuestiones por chat, mails y mensajes de texto. La vida no tiene subtítulos de ninguna especie.

La vida real tiene acné, halitosis, gases (meteorismo y flatulencias), estrías, ley de gravedad, celulitis, disfunciones eréctiles, hemorroides y problemas de próstata, calvicie, vellosidades antiestéticas, obesidad; en la vida real uno se muere una sola vez y nace una sola vez, algunos actores también pero mientras duren sus películas van a nacer y morir infinitas veces. En la vida real no todo se resuelve en 90 o 120 minutos. Claro que la vida real tiene momentos de magia, belleza, amor y acción sostenida, siempre y cuando no se los quiera volver cinematográficos. 

No, la vida real definitivamente no tiene nada que ver con las películas. 

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